Este fin de semana nos sorprendio la noticia del fallecimiento del destacado baritono y maestro de canto lirico de tantas generaciones, Luis Felipe Giron May. Interprete del Bel Canto que puso por todo lo alto el nombre de Guatemala en todo el mundo durante mas de treinta años de carrera en el Palco Scenico. Con mucho pesar compartimos el duelo de su familia, amigos, colegas, alumnos y de todos los/as amantes del arte guatemalteco. Estamos de luto pero es indudable que su voz vive en nuestros corazones, sus enseñanzas y generosidad en sus alumnos y su ejemplo en cada persona que tuvo la dicha de conocerle. Aca les compartimos una pequeña biografia para recordar su fulgurante paso por la existencia material:
Fuente: Crista Luna.
Introducción a la música
Al
cumplir seis años, Girón May pidió, como regalo, clases de piano, pero no le
fue concedido. Al año siguiente, cuando su mamá le preguntó qué quería de
regalo, respondió sin pensarlo dos veces: “Clases de piano”. Estas clases
fueron su introducción a la música.
Estuvo
en el Colegio Alemán, en donde fue catalogado como un alumno muy travieso, buen
estudiante, mas no brillante. No le gustaba el colegio; “cuando sonaba el
timbre, no quería quedarme un minuto más ahí; quería irme a casa”, cuenta.
A
los 12 años, su mamá lo llevó a escondidas de su padre, a escuchar Tosca.
“Después de esa noche en el teatro Capitol, me levanté con unas palabras en mi
mente: ‘Seré cantante y músico’”.
Girón
May sigue narrando su historia y, de repente, se le viene a la mente el nombre
de dos mujeres que le enseñaron mucho: “Dorothy Ascoli, quien me dio seguridad
en mí mismo, y Rosalinda Alvarado, quien me enseñó a tocar el piano”.
Ópera sin fronteras
Cuando
tenía 18 años, su mamá le regaló un viaje en barco a Europa. Pasó tres meses
con su familia en las mejores ciudades, escuchando ópera, ópera y más ópera. En
Viena, ciudad conocida por su tradición musical, quiso entrar a una escuela de
canto, pero no fue fácil conseguirlo. “Audicioné para la admisión, pero no me
aceptaron. Me enviaron a donde el doctor Kyrsten, quien después fue mi doctor
de la garganta. Me dibujó la laringe y las cuerdas y me dijo que nunca iba a
poder cantar”. Pero esto no le afectó a Girón May, pues “lo que no se conoce,
no se extraña”.
Después
de no haber sido aceptado en la escuela de Viena, quiso estudiar cocina en
Suiza, pero no podía estudiar ahí sin saber perfectamente el francés; entonces
se regresó a Guatemala.
Al
llegar a su país natal, decidió estudiar decoración de interiores y diseño.
Pero no se quedó aquí. Viajó a Nueva Orleáns, en donde regresó su pasión por la
ópera. “Me metí al coro de la escuela y llevé la bandera para la ópera Romeo y
Julieta”, comenta. Además, el barítono en la obra de las familias que se
detestan de los Capuleto y los Montesco, se aprendió ambos papeles y los
interpretó. Fue entonces cuando el maestro Anderson lo descubrió y lo incentivó
a tomar clases de canto. “Me dijo que tenía retentiva musical y que fuera a
donde el maestro Laurenti para que me escuchara”. Éste, luego de escuchar de
Girón May el Don Carlo, le dijo que estaba listo para estudiar música. “Dos
días después regresé a Guatemala y preparé mi viaje a Europa para estudiar
canto, seriamente”.
Lo
de la decoración fue, más que todo, un pasatiempo para Girón May. “Nunca me
dediqué a esto, pero me encanta y he decorado cada apartamento en donde he
vivido durante estos 30 años de peregrinaje por el mundo de los teatros.”
Estudiante excepcional
En
su viaje de regreso a Europa, a los 21 años, listo para estudiar canto, volvió
a cantar Don Carlo para la audición en el conservatorio Giuseppe Verdi, de
Milán, pero no lo aceptaron. Decían que no tenía musicalidad y que, además, no
había puestos libres. “Mi mamá y yo, desilusionados, íbamos camino a Roma, a
seguir probando suerte, cuando la Signora Lollini llamó para decir que, finalmente,
sí me habían aceptado,” recuerda emocionado.
Pasados
cuatro años, Girón May era el mejor estudiante de canto de todo el
conservatorio. Lo había representado en Londres y había ganado tres concursos
internacionales de canto. La vida le sonreía. Con tantos logros alcanzados,
cada vez era conocido en más lugares del mundo. A pesar de haber llegado a la
cima, luego de haber cantado en 1,900 funciones e interpretado 55 papeles
estelares en 72 ciudades del mundo, Girón May cuenta que los nervios los tuvo
siempre, “y los tengo todavía”, agrega.
El
cantante ubica el origen de su amor por la música en la familia quetzalteca
Sáenz, de parte de su mamá. En ella hay compositores y músicos. “Creo que todo,
sea poco o mucho, lo bueno que hay en mí viene de mi mamá y su familia”. Carmen
Alicia (+), su madre, es la persona más importante para Girón May.
A ella le debe el haber logrado el triunfo en su carrera, según cuenta.
“Siempre me ha apoyado en todo, hasta el día de hoy. También tengo dos hermanos
mayores, en quienes he encontrado consuelo y una mano amiga,” comenta Girón.
Sin
embargo, reconoce el resultado de su propio esfuerzo: “Nací con la pasión y la
musicalidad, un par de cuerdas vocales no indiferentes, el ahínco, la
disciplina y la gana de llevar a un puerto lejano, a través del estudio y la
seriedad, mi carrera… y Dios me lo ha concedido.”
El cuarto de música
Antes
de dirigirnos al rincón preferido del barítono, suena el teléfono, y Girón
contesta. Habla por unos segundos y regresa a lo que estábamos. Me lleva al
baño, en donde tiene una gran cantidad de diplomas, reconocimientos, fotos y
autógrafos de gente famosa, enmarcados y todos colgados de manera ordenada en
las cuatro paredes del lugar. Luego, emocionado, se dirige al cuarto de música
y explica en qué consiste.
En
éste, tiene una colección de libros, fotografías, trofeos, cd, dvd y discos,
los cuales delatan su carrera musical. Todo en perfecto orden, ya que, según
afirma Girón May, es “compulsivo del orden”.
Álbumes
de cantantes guatemaltecas como Coconi de Ruiz, Victoria Flamenco de Chávez, y
de mexicanos como Carlos Díaz Dupond e Irma González, se encuentran en los
estantes de la habitación.
Precursor de la ópera en Guatemala
La
ópera en Guatemala ha cobrado vida y se ha convertido en un género cultivado
entre nuevos talentos, gracias al aporte de Girón May, quien dedica gran parte
de su tiempo a dar clases de canto y a montar eventos artísticos.
Ha
presentado su repertorio en el Festival Paiz durante siete temporadas
consecutivas. Fundó, junto al propietario de Casa Santo Domingo, Jorge
Castañeda, Mosaico Cultural, con la colaboración de varios patrocinadores, en
donde participan algunos de sus alumnos. Entre las obras que ha montado en
Guatemala está Macbeth, Aída y Don Giovanni. En el Festival Paiz, junto
con Jackie Paiz, ha presentado La Boheme, Tosca, La Traviata, Madama Butterfly, Galas
de Broadway, entre otras.
Por
su labor en pro de la ópera en Guatemala, el Congreso de la República otorgó a Girón
May la orden del Soberano Congreso Nacional, por ser “un ciudadano destacado y
por la entrega personal que ha hecho al servicio del arte y la cultura
nacional”.
“Veo
que la opera seguirá entrando a Guatemala por distintas vías y de distinta
manera, y poco a poco llegará a existir una temporada anual de ópera, como lo
he soñado siempre,” vaticina el barítono.
Aun cuando no vio su sueño materializado, si ha dejado suficiente semilla para que en un futuro proximo, la opera florezca todo el año en Guatemala, que mejor homenaje que ese para el MAESTRO DE MAESTROS.
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